El agresor de Angelina Baiotti, acusado de femicidio, podría declarar este martes. Ayer declararon profesionales médicos y forenses.Alejandro Weber, acusado de querer asesinar as su ex pareja Angelina Baiotti de un disparo de escopeta el 30 de mayo, podría declarar en esta jornada del martes.
El lunes 16, declararon seis testigos. Los testimonios más importantes fueron el del psiquiatra y el psicólogo que atendieron a la joven.
Analía Pelosi, la psiquiatra a la que Baiotti fue derivada en junio del 2015, poco después de ser dada de alta, dijo que lo ocurrido “no es algo que ella va a poder borrar de su historia”. Contó que llegó con una crisis de angustia y ataques de pánico, por lo que fue necesario el acompañamiento con un tratamiento farmacológico luego de que fuera atendido en principio por el psicólogo Gabriel Coghlan.
Describió el estado post traumático que sufría: “era volver a sentir que algo le iba a pasar, que iba a encontrar a su agresor y él la va a dañar”. “Es volver a vivir lo ya vivido. La mediación ayuda, pero hay situaciones difíciles de desarma y que desaparezcan en un lapo breve”, detalló.
La profesional indicó que en las sesiones hablaron de la situación de violencia que vivía con su marido, tanto ella como sus hijas, y del momento en que decidió irse de su casa: fue cuando Weber la amenazó con un cuchillo y dijo que había sido puesta en situaciones que no quería, por momentos obligada en situaciones de intimidad. Eso le generó un alto stress, el temor a no poder cambiar su destino le generaba mucho más temor”, remarcó la profesional.
En sintonía con la declaración anterior, el psicólogo Gabriel Coghlan indicó que empezó a ver a Baiotti en febrero de 2015. La joven legó a su consultorio aduciendo “problemas conyugales” pero que desde la primera sesión tuvo “trastornos de ansiedad, stress agudo, angustia, llanto, relacionado con esa situación”. “No podía expresar lo que le estaba sucediendo”, resumió.
Dijo que hasta el mes de noviembre, cuando dejó de atenderla, tuvo una evolución “favorable” a partir de la mediación y tratamiento psiquiátrico. Pero que más adelante podría volver a terapia. “No quiere decir que en el mediano o largo plazo no requiera asistencia. Hasta que las nenas sean casi mayores, va a tener que enfrentar la situación con ellas y seguramente después necesite asistencia”.
Relacionó toda la situación con la que la joven llegó a verlo a “un proceso extenso de bastantes años de convivencia”. También habló sobre la amenaza con un arma blanca, el hecho por el cual se separó: “Ya habíamos hablado que ante una posible agresión tenía que hacer denuncia y encontrar refugio en otro lugar con sus hijas”.
“Después de ese ataque vi una actitud más firme de ella, otras veces ella volvía en la relación. El temor de un daño físico siempre estuvo, es uno de los motores por los que ella volvía y también lo económico. Había miedo, la variable económica y una indefensión aprendida, la sensación de no poder hacer nada y sentir que no hay salida”, expresó.
Por su parte, Santiago Muñóz, cirujano a quien atendió a Baiotti en el hospital Lucio Molas la noche del ataque, contó que tiene alrededor de 40 perdigones de plomo todavía alojados en el hígado, lo cual podría generarle una dificultad en la salud a largo plazo. Lo mismo por la extracción de un riñón, que fue dañado por el balazo en el ataque. “Va a tener que tener cuidados muy presentes”, dijo Muñóz.
De parte de la defensa declararon dos vecinos de la pareja en la casa que ocuparon en la calle Pampa hasta la separación. Se trata del matrimonio de Ana María Zabala y Daniel Dalto. Ambos coincidieron en que la tarde del hecho, unas dos o tres horas antes, charlaron con Weber en la vereda: dijeron que estaba preocupado porque no veía a sus hijas, que temía que la restricción de contacto le impidiera intervenir en la venta de un terreno y que reconoció que “había metido la pata” al amenazar con un cuchillo a su esposa.
El último en declarar fue el psiquiatra forense Martín Telleriarte, con un informe que deja como improbable la teoría de la defensa de que Weber actuó por emoción violenta.
“Es altamente improbable que Weber haya tenido un “estado de inconsciencia, o como él habla de una desconexión total”, manifestó el profesional.
“Él dice que recuerda que hay una discusión, vuelve al coche, saca el arma y no tiene registro posterior. Es improbable que él haya manipulado el arma, manejado el coche por dos avenidas, frenando en los semáforos… Quien está en ese estado puede hacer cuestiones automáticas pero no complejas. Manejar, cargar un arma, implica algo más que automatismos”, señaló el profesional.