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Entrecortados relatos

3 abril, 2018
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Por Silvio Tejada. Luego de semana santa y la casa está en orden, el juicio a los genocidas imputados en la Sub Zona 1.4 comienza muy demorado, la conexión por video conferencia es nula , mientras la conversación entre los jinetes de la muerte parece ser de lo más mundana, el valor del kilo de asado es lo que pasa por sus cabezas mientras están allí,sentado en el banquillo de los acusados, siendo juzgados por delito de lesa humanidad, y una dentadura fucsia, defensora y letrada, saluda animosamente a cada uno de los miembros de la patota feroz.




En la pantalla dividida de la justicia virtual, aparece uno de los imputados que sigue el juicio desde Comodoro Py y dos cuervos defensores lo disculpan por un supuesto dolor cervical y luego del permiso concedido, el genocida sale de raje de la pantalla “de la pantalla”.

Silencio de Radio

El primer testimonio de la jornada es el de Hugo Avelino quien aparece diminuto en la pantalla de la justicia de la video conferencia. Hugo Avelino desde General Pico jura decir la verdad, y comienza un relato postergado con una voz entrecortada de una pobre conexión de internet y desde una memoria que relata su pesar, su pasar.

Hugo Avelino reconstruye los hechos mientras se derrama un vaso de agua que inunda la mesa de los imputados que se ahogan en el charco que refleja y se enrojece de sus vergüenzas.

Hugo Avelino, en el 76, era periodista y también daba clases en el secundario. Hugo Avelino fue empelado de la UTN, primero fue miembro de la cooperadora que la formó.

El 23 de marzo, los militares lo buscan y lo conducen a la Seccional, rememora que lo apuntan con armas, le sacan el cinto y lo cordones de los zapatos, lo interrogan y lo llevan a Santa Rosa y lo meten 34 días incomunicados en la Colonia Penal. Hugo Avelino reflexiona la tortura que fue todo ese tiempo sin poder leer, ni escribir, “ese acto de libertad” como diría Rodolfo Walsh.

Un día lo llevan a la Brigada de Investigaciones y luego de un interrogatorio lo liberan.

Hugo Avelino nunca había tenido una advertencia por el oficio periodístico pero de alguna manera lo habían declarado persona no grata en la ciudad norteña, tal vez por alguna investigación periodística en torno a un negociado con animales y un campo vinculado con el poder de turno. Un emisario de un sindicalista buchón de la derecha, cómplice del gobierno militar, le advierte sobre lo inconveniente de sus investigaciones.

Hugo Avelino sufrió una segunda privación de libertad. Estaba en la radio trabajando y por orden militar levantaron su programa y ante la advertencia que lo iban a volver a detener, se presenta en la Seccional y sabe de primera mano que el jinete de la muerte lo ha llamado. En menos de una semana en libertad, lo vuelven a detener y esta vez su suplicio será de cuatro meses largo. Siendo de noche lo llevaron esposado a la Seccional, allí le dicen, ante su requisitoria de por qué lo detuvieron, que habían escuchado en su programa radial que había leído un poema, un poema de un cubano y que hablaba de una rosa… Hugo Avelino recita : “Cultivo una rosa blanca…para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni ortiga cultivo; cultivo la rosa blanca.”, Hugo Avelino con gracia recuerda la ignorancia uniformada de confundir a Martí con la revolución del Che y Fidel. No puede creer tanta ignorancia cuando también le preguntan por si conocía a ciertos detenidos y entre los nombres que le consultan está el suyo, y claro que se conocía, era él.

Hugo Avelino recuerda que algunos uniformados confesaban que “lo que estaban haciendo era una barbaridad”. Le sacaban la venda mientras estaba esposado por delante y una radio portátil sonaba y silenciaba el dolor. En el baño de la U4 se encontró con torturados, hombres llorando, destruidos desde la fe, Hugo Avelino siendo agnóstico se hace carne en esta imagen de los torturados destruidos desde la fe, hace hincapié en en la imagen de un ojo derecho lastimado, y en anteojos rotos de golpiza.

Algunos empleados del servicio penitenciario de la Unidad 4, ciertas noches le otorgaban ciertos beneficios, poder estar con otros, charlar, revivir entre tanta soledad, eso fue un gesto humano ante tanta bestia.

Hugo Avelino toca sus rodillas de memoria, relata que fue deportista y ante la quietud de la celda, sus rodillas se aquietaron, cómo así su voz frente al micrófono acallado, habían quitado su identidad y Hugo Avelino la reconstruye, escribió un libro con un capítulo especial, “Cartas de un preso”, un capítulo final de medio año con sus garantías individuales anuladas, con su silencio de radio más horrible de su vida.

Bicisenda de la tortura

Ana Virginia tenía 27 años en aquellos años obscuros del golpe militar del 76, y aparece en video conferencia para ser testigo de la desaparición de su amiga Olga Edith, que tenía 30 años y que era empelada doméstica. Ana Virginia cuenta que la última vez que la vio, la estaba esperando cerca del hospital de General Pico,  Olga Edith venía en bicicleta a su encuentro y vio como un auto , un falcón interpuso su andar y bajaron de él, dos uniformados y la subieron al vehículo y la secuestraron. Ana Virginia con el miedo en su piel se dirige a la comisaria y pregunta por Olga Edith y le contestan que “de esa señora no se habla”….

Ana Virginia después de mucho tiempo la vuelve a encontrar y  Olga Edith le manifiesta el maltrato que recibió, que la habían tenido colgada de  los pies, que se hacía todo encima , que pedía agua  y le pasaban el vaso por los labios , le mojaban apenas y se burlaban de ella, todo eso en una comisaria de Santa Rosa. Fue una amistad trunca, cuenta Ana virginia entre bajones de su memoria,  Olga Edith era una chica muy alegre y luego del secuestro se puso triste, muy triste, con un año de encierro sobre su cabeza.

Ana Virginia parece observar a la distancia, la bicicleta sola, rodando sobre sí misma, y un auto secuestrando a su amiga de la que no se hablaría.

Olga Edith en abril de 1978, fue secuestrada por una comisión policial y llevada a la Brigada de Investigaciones de Santa Rosa, compartió el viaje con otro secuestrado, el jinete de la muerte la amenazó. Olga Edith  fue sometida a interrogatorios y a la aplicación continua de picana eléctrica, golpes de puño en la cara y en el pecho por parte de los jinetes de la muerte quienes además quisieron mantener relaciones sexuales con ella. Olga Edith fue trasladada a la Seccional primera de Santa Rosa y liberada en mayo de 1978.

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