Por Silvio Tejada.
Los tres mosqueteros
María Inés aclara que no es víctima , sino testigo, María Inés es hermana de Francisco. Recuerda frente al estrado que días antes del 24 de marzo junto a su familia acompañaban a su hermana a Rosario ,se integraba el 24 de marzo a María Auxiliadora. Rememora el estado de las rutas , todas cortadas por inquisidores operativos militares. Ya de regreso, en su casa en Santa Rosa, recibieron un llamado diciendo que estaban deteniendo a su hermano quien estudiaba en General Pico.
María Inés era adolescente en ese tiempo y todo su recuerdo es en base a lo que podía observar en esa casa convulsionada por las noticias. Su casa se transformó en la casa de las madres, allí se juntaban las mamás de los detenidos, ya eran varios lo que padecían al igual que su hermano.
María Inés confía en el recinto el recorrido de las madres , un recorrido de desesperada búsqueda de información sobre sus hijos detenidos y de súplica de libertad. El recorrido de las madres era de cuatro cuadras, primero se detenían en lo del juez “temas”, luego pasaban por lo del obispo “araña” y luego terminaban el recorrido en lo del jinete de la muerte. Ese recorrido lo hicieron cuatro veces.
“Los tres mosqueteros” fue el nombre que se pusieron el hermano de María Inés y dos compañeros más que fueron apresados por unas volanteadas. Un vecino de la pensión allá en Pico fue el que buchoneó ese acto de los tres mosqueteros. María Inés, entre un sollozo, dice que su testimonio es en homenaje a Francisco que justo este día hace 19 años de su fallecimiento.
Francisco estudiaba en la UTN, era peronista pese a la resistencia familiar, estudiaba Ingeniero mecánico
Luego de estar 15 días detenidos, los tres mosqueteros salen de la unidad penal 4 y ya en aquella casa de las madres, el padre de Francisco hace un asado, María Inés recuerda aquella noche, los tres mosqueteros miraban las estrellas prometiéndose una especie de pacto de silencio con respecto de lo vivido.
El tiempo ha pasado, la memoria cargada de angustia vuelve en la voz de María Inés que fue testigo, pero sin dudas también víctima.
En las tierras pisoteadas
Eduardo Nelson entro al recinto y su mirada se fijo hacia el lugar de los imputados, cree ver en cada uno de ellos a su pasado manchado de golpes, torturas, privaciones e injusta cárcel. Eduardo Nelson jura con su voz particular decir la verdad y lo primero que hace es rectificar su declaración del 2010, en la primer parte de estos juicios de la sub zona 1.4.
Eduardo Nelson es sinónimo de periodista en esta pampa. El 23 de marzo del 76, a la noche, cerraba la edición del diario La Capital en dónde era el director. La noticia del golpe hizo que volviera sobre sus pasos para rehacer, al menos, las páginas centrales de aquel diario con formato cooperativo.
Un operativo conjunto entra al diario, lo detienen y lo llevan a la cárcel. Este episodio lo ha tenido que reconstruir. Eduardo Nelson estaba en una pequeña oficina escribiendo sobre el Golpe que caía y obscurecía el país y sintió como golpeaban a los trabajadores por todo el lugar hasta que dieron con él y se lo llevaron. Eduardo Nelson dice. “…fue un ataque a la dignidad…”
Lo cargaron en un camión militar y en el camino iban levantando a otros ciudadanos que habían sido detenidos. La memoria de Eduardo Nelson parece un lanzallamas enumerando a cada uno de ese grupo grande que ya alojaban sus huesos en un pabellón de la unidad penal.
Recuerda que lo sacaron un par de veces de la Penal, la primera vez lo trasladaron a la seccional primera, iba esposado y sin vendas. Lo dejaron un día allí, sin interrogarlo, ni nada. Eduardo Nelson piensa en la incertidumbre que le provocó ese día. De nuevo en la Unidad 4, escuchaba los garrotazos que se adivinaban por los cuerpos doloridos de los compañeros presos.
La segunda vez que sale, lo trasladan a la brigada de Investigaciones, esta vez vendado, allí lo interrogaron a los golpes, le preguntaban sobre el diario. Ya de nuevo en la unidad carcelaria, Eduardo Nelson fue a parar al calabozo, incomunicado por dos meses, sólo con su alma. Dos meses incomunicado, una tortura, sin dudas.
Eduardo Nelson refiere que todo aquel plan “constituyó un terrorismo de estado”, que hay allí una conceptualización del “mando” en esta provincia que sólo puede mostrar actos violentos por parte del poder que mandaba a su voluntad sobre la vida de cada uno. Un poder del mando, con un séquito de inservibles y miserables informantes.
Las hijas de Eduardo Nelson tenían 2 años y un año cuando estaba detenido, dicen en la familia, que en las miradas de ellas se albergaba la tristeza toda.
Eduardo Nelson toma un trago de agua, tose a un costado del micrófono y comienza a desandar el episodio mas cruel que sin dudas ha vivido, y su voz, se torna más consciente, más grave aún. En septiembre deja de estar en la Unidad Penal, de allí lo llevan en camión, todos se imaginan vendados, se sienten los golpes, lo bajan en una pista y lo suben a un avión, allí nerviosos, todos engrillados en el piso del avión, todos sintiendo en sus cuerpos los golpes hasta aterrizar en el sur del país. Nuevamente a un camión y llevados a la cárcel de Rawson, de máxima seguridad. Dice Eduardo Nelson, “paso bastante tiempo para desinflamarme de los golpes”.
Cada historia también tiene sus correlatos, en la vida de Eduardo Nelson, su familia, su compañera, han sido muy importante, se siente también en el relato. Su compañera supo que Eduardo Nelson estaba a disposición del PEN girando en la Plaza de Mayo y de ahí el apurado rescate de su libertad a fines de noviembre del 76.
Eduardo Nelson refiere a que pertenece al privilegiado grupo de los vivos y que lo vivido fue una nimiedad ante los 30000 desaparecidos a su alrededor. Pero lo que le quedó a él , fue habitar el limbo, el exilio, la desaparición social.
Ya en libertad y ante la invitación a que se fuera de la ciudad, Eduardo Nelson busca su destino en Campo de Mayo, allí pide autorización para vivir en Telén y luego de las risotadas militares le conceden ese permiso. Telén fue entonces el destino familiar, allí montan un botiquín farmacéutico, un botiquín para sanar las heridas del alma de quien vio la muerte cruel y el espanto de la jauría del terror. Hoy frente a ese lugar, han colocado una escultura sobre la memoria en las tierras pisoteadas.
Eduardo Nelson suspira en su memoria, recuerda su nombre en los archivos de la SIDE, su nombre marcado en tachada cruz roja, como aquel barro rojo que salpicaba su figura y que apareció en el panfleto amenaza del fassista comando “Dios, Patria o Muerte” que exigía la renuncia de Eduardo Nelson al frente del diario La Capital.