La cita es un bosque, si, en un bosque. Tiene fama de evitar los lugares a los que asisten multitudes. El humor transitó toda su vida. En el género menor, como se queja que definen a las historietas, y en la ficción, en cuentos y novelas. En homenaje a él, hoy se celebra el día del humorista.
Roberto Fontanarrosa nos atiende en una casa de Té alejada unos 40 minutos en colectivo del centro y las luces de la peatonal. Con Kaku somos dos interesados en vivir del periodismo, hacemos radio, pero todavía nos dejamos llevar por la admiración que nos provocan personajes como el negro.
La excusa, una entrevista para el ciclo Verano Planeta por la presentación del libro que menos lo representa: “No te vayas campeón”, un compendio de sus recuerdos sobre Rosario Central, por supuesto, pero también de otros equipos que lo conmovieron. Nuestro interés son sus cuentos. Va, el mío. A mi compañero le atrae Boogie el aceitoso e Inodoro Pereyra.
Con algunos libros de cuentos consumidos, logramos llevarlo para el lado de la literatura. Pero el fútbol va y viene. “Un libro de cuentos es como un CD, tiene uno o dos temas buenos y el resto acompaña”, señala.
Corre la temporada alta en el bosque Peralta Ramos de Mar del Plata en enero de 2000. Los CD eran esos objetos que servían para escuchar música. El mp3 está en desarrollo, se habla del formato, se graban varios temas en los discos compactos, que ya empiezan a importar más por los 700 megas de datos que pueden guardar antes que en los 80 minutos de sonido en formato cda.
Todavía no escribió “Puto el que lee esto”, la frase que sacude al lector en el cuento “Palabras Preliminares”. Tampoco el que habla de las brujas en Limay Mahuida.
Habla, y uno se ríe, porque él es el humor. Desde el inicio del cuento en el que recuerda el beso de la noche, antes de dormirse, con “aliento pesado” porque la vieja tenía la costumbre de tomar sus copas a diario, el de la mujer que luego de 30 años de casada recién descubre que su esposo es ciego.
O posarse en “Isidro Babel” que en un día de otoño de 1935 “lanzó su corriente artística como el ausentismo o ausencia total de la obra”, o el profesor que cobra entrada para que lo vean pensar y arranca ovaciones cada vez que cambia de posición, para evitar los calambres, sentado en una silla ubicada al medio del escenario en un aula magna universitaria.
“A mi mamá le gustaba mucho el trago. No puedo decir que tomaba una barbaridad pero, a veces, cuando a la noche se acercaba a darme un beso, yo podía percibir su aliento pesado por el alcohol”, dice en el inicio de “Mamá” en el libro “Te digo más…”
En un momento de la entrevista, grabada con un Philips a cassette que de manera inteligente prioriza la voz a los sonidos de la naturaleza en el Peralta Ramos, se queja porque las historietas son consideradas un género menor: “será porque se hace en cuadritos chiquitos”.
Pero el humor se destaca en sus cuentos, en cada uno de los libros que lo colocaron más allá del caricaturista y le permitieron meterse entre los escritores destacados de fines de 1900 en Argentina: “El único peligro de las brujas es si te alcanzan con una maldición”, dice Coronel en el cuento “Caza de Brujas en La Pampa”, ambientado en la década del ’50 del siglo XX en Limay Mahuida.
“Al Taco, a los dos meses, le creció una uña en la cabeza. No viste que no se saca nunca la boina… Parece un cangrejo”, grafica.
Arrancó de poca gana la nota. Los que lo molestaban, sumados, no llegaban a los 50 años. Después se olvida de los ignotos que le mandó la editorial, y se suelta. Traen café y porciones de varias tortas. Estamos debajo de uno de los árboles, donde la Casa de Té construyó bancos de cemento en círculo.
“Cuando me enteré de que los primos habían traído a Maradona me quería matar. Tenían al Diego”, dijo, palabras más, palabras menos. Luego con una sonrisa, agrega: “por suerte, no para el mejor de todos, sino para los canallas, fue como tener un auto importado al que no podés usar. Todos saben que lo tenes en el garaje, pero pocas veces lo ponés a andar”, suelta, y en sus palabras hay alivio. Alivio porque no se tuvo que pelear con Maradona por darle alegrías a Newell’s y arruinar a su Rosario Central.
Dicen los biógrafos que Roberto Fontanarrosa nació el 26 de noviembre de 1944 en Rosario. Varios años después de su fallecimiento, ocurrido el el 19 de julio de 2007, los legisladores nacionales establecieron que desde 2015 un día como hoy sería el “Día del Humorista” en su homenaje.
Pero el mejor recuerdo, en lugar de repetir hasta el hartazgo su ocurrente discurso en el congreso de la Lengua Española donde hizo una alegoría de las malas palabras, es recorrer las hojas de sus 15 libros de cuentos, 4 novelas o más de una docena de recopilaciones de sus tiras humorísticas. No te digo más.
JJB