El profesor en Ciencia Política y asesor legislativo, Silvio Arias, envió un correo de lector a Plan B Noticias, expresando que es necesario en el Frente de Todos “abrir el diálogo entre compañeras y compañeros, integrando la visión de todas sus vertientes y recuperando el carácter movimientista que lo identifica”.
El texto titulado “El Justicialismo en debate”, señala lo siguiente:
El debate de ideas, el respeto por la percepción del otro y la democratización en la toma de decisiones en favor del bien público, deberían ser habituales en la praxis política nacional, independientemente de la bandera ideológica que se sostenga. Pero lamentablemente, ese no es el caso de la Argentina. Aquí nos ponemos democráticos, nostálgicos, emotivos y proclives al diálogo, cuando las crisis dirigenciales golpean las puertas del electorado en busca de legitimidad. La insatisfacción no es democrática, es ciudadana y moral, los responsables son sus dirigencias.
Todo ello compromete una valiosísima pérdida de tiempo para la vida pública, la cual podría evitarse con solo ser más humildes y menos egoístas desde los sistemas de representación; prestando especial atención a los sectores que por su vulnerabilidad social y material no pueden –ni deben- esperar cual revelación sobrenatural la llegada de “acuerdos”, “llamamientos a la unidad” o el mero “voluntarismo dirigencial”, para sortear las dificultades de un proceso evitable cuando hay responsabilidad y convicciones.
La defensa de la dignidad ciudadana, por parte de quienes asumen el oficio político de su protección, no merece mayores distracciones. Por ello –en el caso del Frente de Todos- es tan valioso abrir el diálogo entre compañeras y compañeros, integrando la visión de todas sus vertientes y recuperando el carácter movimientista que lo identifica. Como decía nuestro mentor, sin unidad de pensamiento no hay unidad de acción; porque sin unidad de acción hay dispersión de fuerzas, exclusiones intelectuales, disidencias, irracionalidad, autoritarismo y falta de liderazgo para encarar los desafíos impuestos por el devenir nacional.
A la unidad política y nacional no sólo hay que proclamarla, sino también militarla con convicciones fundadas en el deseo genuino de inferir en la realidad para modificarla en favor del crecimiento material del país y la felicidad de su pueblo. En esa búsqueda, los egos personales y las roscas políticas de ocasión pierden protagonismo, neutralizándose frente a la demanda superior del pueblo. Ese que al momento de votar ya no apela como otrora al “sentimentalismo romántico de lo que fue”, sino que hoy exige el comportamiento moral y efectivo de sus representantes, sin privilegios.
El problema de la Argentina no es de izquierdas o derechas, mucho menos por ausencia de libertades, reclamadas desde la antipolítica. Aquí existe una enorme dificultad, que parte desde el sistema mismo de representación moral vigente, donde los únicos perjudicados son quienes honestamente eligen a sus políticos, para luego ser defraudados. Por lo tanto, el fracaso es moral, traducido directamente en crisis material, ya que la ausencia de verdad en materia de políticas públicas produce enormes desigualdades sociales; beneficiando a los grupos concentrados de siempre, en perjuicio de enormes mayorías engañadas, cuya única defensa es la manifestación de su voluntad en las urnas, cuando son convocadas.
Nos encontramos ante la imperiosa tarea de revisar seriamente, los valores que informan la acción política del Siglo XXI. El hombre debe –al menos así lo plateó el justicialismo desde sus orígenes- volver a ser posicionado en el centro de la escena política, como protagonista absoluto de dicha acción culta y noble. Un ser humano libre de manipulaciones y constituido por herramientas claves para su desarrollo autónomo. Vale recordar también que los autoritarismos afloran, donde mueren la racionalidad y el sentido común.
La defensa de su dignidad material y espiritual, debe alzarse sobre la superficialidad banal propuesta desde el modelo capitalista ortodoxo, dónde solo se existe si se consume mucho y rápido (con libertad eso sí, según exigencias libertarias), propio de un sistema de valores que idolatra la apariencia por sobre el contenido de las personas, aniquilando su esencia humana, autónoma y creativa
Bienvenidos entonces los debates, acuerdos y entendimientos en el justicialismo argentino -y en todas las fuerzas políticas que genuinamente desean hacer grande ésta patria, castigada por la inmoralidad- el pueblo lo merece y exige.
El electorado de hoy ya no pide “esperanzas, corazón y sentimientos” a sus dirigentes, pide respeto cívico, madurez política, previsibilidad económica y certezas. La certeza de llegar a fin de mes, la certeza de poder construir una casa con el esfuerzo personal, la certeza de sostener su familia sin el auxilio eterno del Estado, la certeza del ascenso social con igual real de oportunidades, la certeza de la verdad ante las proclamas electorales, la certeza de no ser títeres de un juego donde los que pierden son siempre los mismos.
La acción política nacional –en todas sus vertientes- recuperará legitimidad ante la ciudadanía cuando pueda reconocer con humildad la magnitud de sus errores, superando los personalismos autoritarios y el unitarismo político-económico. Solo así, el país tendrá la oportunidad concreta de un destino pleno de bienestar popular con crecimiento material. El desafío de la dirigencia nacional (política y empresarial) debe ser el de propender a la elaboración de políticas que redistribuyan virtuosamente los ingresos del país, atacando uno de sus principales flagelos -además de la crisis moral-: la enorme inequidad social que impide el desarrollo armonioso de la Argentina, en todos sus planos.
En esa batalla, el justicialismo institucional posee una impronta histórica y doctrinaria que respalda su trascendental existencia, siempre y cuando supere inteligentemente retrógrados vicios políticos que obstaculizan su avance, emergiendo como aquella alternativa nacional, democrática, progresista, justa, libre y soberana que alguna vez fue y debe seguir siendo.
*Prof. Silvio J. Arias
Afiliado Justicialista
Asesor Legislativo
Distrito La Pampa