*Por Luciano Gaich. Es una norma –lamentablemente- que cuando las cuentas no cierran, las sucesivas administraciones que gestionaron los gobiernos en Argentina desde la vuelta a la democracia, ajustan sobre la masa motora nacional: la clase media, decaída hoy en clase media-baja.
Y esto viene a cuento de que en la conferencia de prensa en que se anunció la engorrosa quita del subsidio a la energía, la primera dama ministerial, Malena Galmarini, se esmeró con denuedo en desmentir que la metodología que implementará esta nueva “gestión” económica que reemplaza al albertismo “no es un ajuste”. Dijo la funcionaria que se trata de una “readecuación” de los subsidios para llegar a un “orden fiscal”.
En el mismo sentido se había expresado en Rosario, a principios de mes, el devaluado presidente Alberto Fernández: “No es un ajuste, estamos ordenando las cuentas”, aseguraba. Lo cierto es que, dentro de las boletas de servicios, sólo veremos que el total a pagar, sube.
Volvemos: a lo largo de la historia reciente del país, los diversos encargados de hacer que las cuentas “cierren” han realizado briosos esfuerzos para buscando eufemismos que designen algo que, en el bolsillo y la calidad de vida, termina siendo clarísimo: ajuste.
En medio de un índice de inflación que va camino a ser histórico, la economía pendiente del disparo del dólar, enfrentamientos intestinos dentro de la cúpula del gobierno, con la líder política que debe afrontar dentro de poco tiempo procesamientos judiciales varios, la figura presidencial cada vez más ensombrecida y un proceso electoral que, en los papeles, parece lejanísimo, la receta del superministro Sergio Massa y su equipo no difiere en un ápice de lo aplicado históricamente: el descalabro lo pagarán los que generan, pero todo con el sagrado fin de “ordenar” las cuentas.
En la última hoja del anaquel de los olvidos quedará aquel anuncio del denominado “impuesto a la riqueza”, por el que el Estado iba a aplicar un gravamen a los que más tenían. Demoras pandémicas, urgencias cotidianas, guerras lejanas y excusas varias trocaron aquella vociferación tribunera en este plan de “segmentación de los subsidios a la energía”, que no es más, repetimos, que un aumento en las boletas de los servicios, aunque a los funcionarios les venga mejor los términos “redistribución”, “sensación”, “unión” y “justicia social”.