Terminó el inacabable año electoral con resultados insospechables. El peronismo retuvo la gobernación, bajó a los infiernos, pareció resucitar y terminó con poco para festejar. La adhesión pampeana al presidente electo debería ser caso de estudio, en 7 meses pasó de la nada misma a ganar sin atenuantes. Ziliotto sabe que, a la motosierra, Milei ya la puso en marcha.
(Por Javier Urban). Cuando el 10 de diciembre asuma el nuevo presidente y reasuma nuestro gobernador se estarán cumpliendo 40 años de democracia. 40 años que se celebran por el paso del tiempo. 40 años con más de conquistas ínfimas administradas, que disrupciones en la senda revolucionaria; con más posibilismo explicado que sueños conquistados; con más formalidad electoral, que protagonismo popular efectivo en la toma de decisiones; con mucho FMI y menos de independencia, con más de tutelaje que de vocación de soberanía. Con mucho ruido, y pocas nueces.
40 años y apenas una década de conquistas, una bocanada de aire y una respiración agitada en la crisis de su hegemonía.
De una democracia cómoda para el sistema político, y con un promedio de incomodidad inocultable para la enorme mayoría de los que habitan este suelo, de la justicia social enchastrada en el lodo celebrado por el eterno posibilismo del no se puede, que encubre el no se quiere. Ese es el barro que moldeó y edificó la potencia electoral que Javier Milei ofreció como sacrificio en el altar del liberalismo económico y el oscurantismo político.
Por un lado la bronca popular, esa desilusión con el experimento del Frente de Todos porque no supo, no pudo, no quiso superar dificultades imprevistas e internas a veces comprensibles y a veces insondables.
Y por el otro la división de la derecha, que si hubiera ido junta hoy tendría al presidente electo, pero no, se fragmentaron en dos grupos y algunos aledaños, que procedieron, exactamente, a todo lo que hay que hacer epara perjudicarse en lo electoral: egos del patrón, candidaturas impresentables, ambigüedad en quien hasta hace menos de un año iba a ser el presidente cantado para medio mundo.
Todo eso allanó el crecimiento sorpresivo de un actor prácticamente insólito de surgimiento televisivo, luego potenciado por las redes y retroalimentado por la prensa tradicional que hasta después de las PASO, decía no me di cuenta, o al revés en cuanto a la secuencia de cómo se potenció, no importa. Lo cierto es que así, medio de carambola, Javier Milei es hoy el presidente electo de las y los argentinos.
Y esta vez ganó en todos lados (salvo en provincia de Bs As donde terminó pisándole los talones a Massa; en Formosa, donde terminó bastante lejos, a 13 puntos del de Tigre; y en Santiago del Estero donde Massa lo dobló en votos) hasta donde los peronistas le habían dado vuelta la elección de las PASO, el 22 de octubre. El domingo, contrariamente a lo que pasó en la primera vuelta, en Tucumán, Río Negro, La Rioja y La Pampa, Milei triunfó sin atenuantes.
Lo de Milei en nuestra provincia debería ser caso de estudio para las ciencias políticas, porque su fenómeno aquí, estoy seguro que no ha tenido parangón en la historia de la humanidad.
El inacabable año electoral, para los pampeanos arrancó allá por el mes de mayo, cuando la ciudadanía re eligió a Sergio Ziliotto como gobernador. Hubo 8 agrupaciones políticas en disputa en aquellos comicios y, para los analistas nacionales parecía difícil, porque su desempaño en otras provincias había sido paupérrimo, que en La Pampa Milei tuviera una performance todavía más opaca que en el resto de la Argentina donde ya había habido elecciones.
Sin embargo, el Partido Libertario, los candidatos de Milei, Raúl Aragonés, Rosana Prieto y Cristian Ramonda, no movieron el amperímetro. Se quedaron con el peor resultado de los libertarios en la Argentina. Terminaron en el séptimo puesto entre ocho participantes, con apenas el 1,28 por ciento de los votos. Como atenuante se podría mencionar que no presentó candidaturas a la gobernación, sino únicamente a legisladores provinciales. Pero fue así no más, en La Pampa, en mayo de este año, hace nada más que 7 meses, los de Milei sacaron poco más de un punto.
De allí que fuera inesperada su irrupción rotunda en el mes de agosto cuando saltó de ese 1, 28 por ciento al 32,8 que le significaron los 66280 votos con los que se impuso en las PASO en nuestra provincia.
Si bien después, en La Pampa, el peronismo pudo dar vuelta la elección en las generales de octubre, esto fue porque el oficialismo creció exponencialmente, pero no porque la adhesión a Milei hubiera decaído. Al contrario, por más que hubo fiesta peronista, Milei había seguió sumando. Fue segundo, pero con diez mil votos más que los conseguido en las Paso. Llegó a los 76.341, o sea el 33,5 del total.
Y finalmente, el domingo, se quedó con absolutamente todos los votos opositores que, siempre, si se los sumaba habían estado expresando voluntad de cambio. Sacó el 57,3%, unos 126302 votos, 15 puntos más que los que Massa obtuvo en La Pampa.
O sea, Milei arrancó con poco más del 1% en las elecciones de mayo para ganar en el ballotage del domingo, sólo 7 meses después, en La Pampa, con el 57, 3% y no necesitó para eso visitar la provincia, ni hacer pegatina de afiches, ni siquiera enviar el mínimo de boletas para la elección. Y en algunos lugares ni siquiera necesitó de fiscales, que no los tuvo.
El cierre del ciclo electoral que nos tuvo en vilo a los pampeanos durante más de medio año, termina dejándonos un oficialismo lastimado que, de todos modos, pagó un precio menor al que podría haber padecido, de no haber desdoblado las elecciones provinciales de las presidenciales que son las que nos quedan más frescas por lo cercanas, que poco enchastre le provocaron a ese invicto de 40 años que ostenta en La Pampa.
Respecto a lo del domingo, en los días previos las expectativas de ofrendarle una victoria en la provincia a Sergio Massa estaban poco menos que diluidas. La elogiada, que en rigor más que un reconocimiento lo que el candidato hizo con ella fue un llamado a que no permitiera que hubiera relajo alguno en lo que ella conoce bien, el modelo de los años 80 y los 90 en el modo de hacer campaña. Ese casa por casa, esa búsqueda de las y los votantes, ese ir a verlos y escucharlos.
Pero, decía, a la Elsa, como la llamó Massa, hasta la vieron llorar, cuando ya a principios de la semana pasada, se daba cuenta que no había más votos en el fondo de la olla, por más que se rasqueteara una y otra vez. De entre los que no habían ido a votar en las elecciones generales, había muy pocos que interpretaran que el peronismo era la mejor opción. Para aquellas elecciones de octubre se había podido ir a buscar y convencer a muchos de los que habían faltado en las PASO, como para asegurarle una victoria a Massa que redundó también en la elección de Ariel Rauschenberger como diputado nacional.
En este mismo espacio señalábamos, aún con el peronismo habiendo ganado en todo el país, que en La Pampa, los números lo mostraban a Massa apenas un punto y un par de décimas encima de Milei, con lo que, la suma de todos los votos opositores habían expresado voluntad de cambio y el oficialismo no debería sentirse seguro, ni mucho menos. Se había salvado la ropa, con lo que el gobernador podría estar aliviado, pero para nada eufórico, ni siquiera tranquilo.
Lo decíamos, porque la alianza de JXC con los libertarios presumíamos que podría ser letal. Milei no había perdido votos entre las Paso y las Generales, las y los del PRO harían lo que el Colo Mac Allister y el Cato Ardohain habían adelantado que harían y los radicales…salvo a un puñado de ellos como el concejal santarroseño Gustavo Estavilla o Silvia Crochetti, Elida Deanna, Cecilia Roigé y Susana Sánchez…los radicales, en su diccionario al término vergüenza lo han dado de baja.
Y el desastre, al gobernador, esta vez, no lo sorprendió. La semana pasada la encuestadora en la que él confiaba, le anticipaba que en la provincia Milei aventajaría a Massa por 11 puntos. Fue peor, la distancia entre el libertario y el candidato en quien Ziliotto había depositado todas sus fichas, incluso promoviendo su candidatura antes de que se lo postulara, fue de 126302 votos contra 93923. Cincuenta y siete coma tres por ciento, contra el 42, 3.
La victoria de Milei fue más abrumadora que lo temido, al punto que la reconocida capacidad de catalizar la vibración general que siempre ha demostrado Carlos Verna, no tuvo la precisión de otras veces.
El ex gobernador hizo un análisis perfecto de cómo afrontaba las elecciones el ciudadano promedio en Santa Rosa en relación a cómo las afrontaba el elector piquense. Era lógico, al entender de Verna, que el santarroseño votara por Masa ante el peligro que representa Milei para el empleado público, que hay muchos en la provincia, en el municipio y en organismos nacionales. Dijo también que muchos empresarios no sólo viven de esos empelados, sino que hacen negocios con la casa de gobierno. Más del 60 % de los trabajadores piquenses no son del Estado, son privados y la política económica del gobierno nacional los ha castigado impiadosamente. Era lógico, para Verna, que en Santa Rosa ganara Massa y que en Pico el peronismo no hiciera pie.
Esa explicación tenía una destinataria precisa, Elsa Labegorra, quien fue su aliada la mayor parte del tiempo en esta democracia. Pero que así como alguna vez le hiciera de jefa de campaña a su adversario en una recordada interna en la que Verna jugó por interpósito candidato; esta vez le reprochó que en Pico no se gana como en Santa Rosa, porque no están todos unidos.
Pero, decía, que la agudeza de Verna esta vez fue sobrepasada por la realidad. Que haya dicho que aun tapándose la nariz con una mano votaría por Massa, que simplificara las motivaciones que los santarroseños tenían para votar por el candidato oficialista y que hiciera público el razonable propósito de Fernanda Alonso de postularse a la candidatura a gobernadora para 2027, no parecen coincidir con el escenario que dejaron las elecciones con Milei ganando con amplitud en la provincia, siendo vencedor en Santa Rosa y con una diferencia en Pico, en donde antes que acortar distancia, se amplió sustancialmente.
Volviendo al gobernador, el 10 de diciembre tendrá que empezar su segunda gestión después de un calendario que lo hizo pasear por circunstancias tan especiales que, cuando empezó su derrotero electoral, lo que parecía una performance apenas poco más que discreta, termina siendo un poco mejor valorada, después de haber pasado por un subi-baja que, en un momento lo llevó a Devoto y en otro coqueteó con la gloria.
Es que empezó en mayo obteniendo su re elección pero con unos 96547 votos que parecían pocos porque sólo habían servido para sacarle 5 puntos de diferencia a un Martín Berhongaray que insinuó en esos comicios que lo suyo podía ser cosa seria, aunque terminara siendo un desaprovechado referente que terminó sin su banca nacional porque sus correligionarios no dejaron que la defendiera. Aquel 14 de mayo, donde el peronismo perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y Diputadas, dejaba la sensación de que si no fuera por el bastión piquense, en el que ganó por 10 puntos, el peronismo se quedaba sin el gobierno de la provincia porque Juntos por el Cambio sostuvo la gestión de algunos de los municipios más poblados y ganó otras importantes localidades en las que gobernaba el peronismo. Aquel resultado parecía abrir un escenario de notable paridad con vistas a 2027.
Pero inmediatamente Ziliotto fue convocado por sus pares para que sea uno de los líderes de la liga de gobernadores peronistas que no querían perder el gobierno nacional y le desconfiaban al candidato que promocionaba Cristina Kirchner. Los medios nacionales lo identificaron como uno de los mandatarios más determinantes para imponer como fórmula única la de Sergio Massa con Agustín Rossi, desechando las internas para resolver la cuestión. Situación que le trajo un costo adicional, el disconformismo en La Pampa de aquellos que se preparaban para una interna por la candidatura a diputado nacional, que ya no podía seguir alentando, después de haber impuesto la lista única a nivel nacional.
Lo inexplicable fue que ese trajín por colocar como candidato a quien los gobernadores querían, no fue consecuente con el compromiso asumido por ellos para terminar ganadores en las PASO. Y como en casi todo el país, en La Pampa el peronismo se vio sorprendido por el fenómeno Milei y por primera vez en su historia terminó tercero, con 40 mil votos menos que los que había tenido en mayo.
Si la película se hubiera detenido allí y en las elecciones generales se consolidaban esos números, Ziliotto iba a quedar muy disminuido para iniciar su segundo gobierno. Además, no pasaba desapercibida la rotunda derrota en Pico por 14 puntos. El norte le retaceaba respaldo.
Tenía que darla vuelta y así salió como nunca desde que es gobernador a hacer campaña. “Se la cargó al hombro” dijeron cuando se lo escuchó asegurar que plebiscitaría su gestión en las generales.
Y si lo que pasó el 22 de octubre hubiera sido la foto final, Ziliotto llegaría a comenzar su segundo mandato con la confianza bien arriba, por el fuerte respaldo que le significaba haber recuperado 30 mil y llegar a los 80 mil en toda la provincia.
Pero en menos de 20 días asumirá su segundo y último mandato sin la foto que reflejara el desastre de las PASO, pero tampoco la que muestra la levantada de octubre. La última foto es la de un peronismo perdidoso, como en el resto de la Argentina, 15 puntos abajo. Sin ser una pesadilla, empezará su segundo gobierno con menos representatividad que la que había obtenido en mayo.
Y lo peor es que naturalmente se imaginaba que podría seguir construyendo viviendas de a miles, que la obra pública le aseguraría una desocupación nunca mayor a un dígito y que la cláusula gatillo haría que la inflación no le ganara a los salarios de sus empleados. Lo esperábamos todos, aun muchos de los que votaron a Milei creyendo que no hará lo que está dispuesto a hacer.
El loco de la motosierra está planeando el genocidio de la casta que incluye gobernadores, intendentes y otros cargos menores. Para Milei “la Coparticipación Federal de Impuestos es una anomalía grave de nuestro sistema económico-político que debe ser subsanada para lograr un comportamiento político responsable en todos los niveles de gobierno”, o sea que va a eliminar la coparticipación federal y las provincias deberán vivir del impuesto inmobiliario, patentes de autos e ingresos brutos. Vendrá a quitarle a las provincias, salud y educación. Las Provincias y Municipios tendrán que identificar a los empleados redundantes para sacarlos definitivamente de sus nóminas y transferirlos a la agencia nacional para la reinserción laboral. Pretende reducir el empleo estatal en 1.5 millones de personas, algo que para él “es posible y deseable”. Y en el peor de los casos, si termináramos siendo para su consideración una provincia “inviable”, también pensó la solución: “Deberán declararse jurisdicciones financieramente inviables, solicitar su quiebra y recurrir a la integración regional (con otras provincias) o zonal (con otros municipios)”. O sea desaparecer.
“Ahora hablan de quitar derechos, dicen no queremos que se paguen indemnizaciones por despidos, no queremos que haya sindicatos, que el mal de este país es que los sindicatos existan cuando es la principal defensa que tienen los que trabajan» dijo Ziliotto en la campaña. La hora de la resistencia parece haber llegado. Del gobernador podemos tener claro de qué lado está ¿verdad?